La España del siglo XIV era un crisol palpitante de tensiones sociales, políticas y económicas. Tras la muerte de Enrique II en 1379, su hermano Juan I ascendió al trono, pero su reinado estuvo marcado por una serie de decisiones impopulares que desataron la furia de los estamentos más bajos del reino. La culminación de estas tensiones llegó en 1465 con el Motín de los Comuneros, un levantamiento popular que desafió al poder real y cuestionó las bases del sistema feudal.
Las Causas: Un Mar de Descontento
El camino hacia la rebelión estuvo pavimentado por una serie de agravios sufridos por la población castellana. La nobleza, representada por los grandes señores feudales, disfrutaba de privilegios exorbitantes mientras que los campesinos y los habitantes de las ciudades se veían sometidos a impuestos excesivos y a un sistema judicial parcial.
La figura de Juan I, conocido como “Juan el Cojo”, también contribuyó al descontento popular. Sus decisiones políticas, como la concesión de amplios poderes a sus favoritos y la búsqueda de alianzas matrimoniales con casas reales extranjeras, fueron percibidas como una amenaza a la soberanía castellana.
Las medidas fiscales implementadas por Juan I para financiar las guerras contra Granada y Portugal también alimentaron el descontento. Los impuestos se incrementaron drásticamente, impactando duramente a la clase media y campesina.
A esto se sumaba la presencia de extranjeros en puestos de poder. Juan I, impulsado por sus ambiciones dinásticas, favoreció a personajes como el condestable Álvaro de Luna, originario del Reino de Aragón. Esta “injerencia” extranjera fue vista con desconfianza por muchos castellanos que percibían una amenaza a la identidad y autonomía del reino.
La chispa que encendió la mecha: En 1465, Juan II promulgó una nueva ley que establecía un impuesto sobre las transacciones comerciales, conocido como “la sisa”. Esta medida, considerada abusiva por muchos, fue el detonante final del Motín de los Comuneros.
Los Comuneros: Un Frente Heterogéneo
El movimiento comunero no se limitó a un grupo social específico. Abrazó a una amplia gama de individuos y grupos con intereses diversos pero unidos por un sentimiento común de injusticia y la necesidad de cambiar el statu quo. Entre ellos destacaron:
- Ciudadanos: Artesanos, comerciantes y pequeños terratenientes que buscaban una mayor participación en la vida política y una reducción de los impuestos excesivos.
- Campesinos: Explotados por los señores feudales, ansiaban liberarse del yugo feudal y obtener mejores condiciones de vida.
- Nobleza Menor: Algunos nobles de rango inferior se unieron al movimiento, descontentos con la hegemonía de la alta nobleza y buscando aumentar su influencia política.
La Rebelión: Un Levantamiento de Gran Alcance
El Motín de los Comuneros estalló en Valladolid en julio de 1465. Los rebeldes, liderados por figuras como Juan de Mendoza “el Bravo”, se apoderaron de la ciudad y proclamaron una serie de demandas que buscaban limitar el poder real, reformar el sistema fiscal y acabar con la opresión feudal.
La rebelión pronto se extendió por otras ciudades castellanas. Toledo, Segovia, Salamanca y Burgos se unieron al movimiento comunero.
La Resistencia Real: Una Lucha Cruel
Juan II, inicialmente despreocupado por el motín, rápidamente comprendió la magnitud de la amenaza. Se alió con los grandes señores feudales, quienes temían perder sus privilegios si la rebelión triunfaba. Ambos bandos se enfrentaron en una serie de batallas sangrientas, destacando el sitio de Madrid, donde los comuneros sitiaron la capital durante varios meses.
El Final: La Derrota y las Consecuencias
La superioridad militar del bando real, liderado por el infante Alfonso (futuro rey Alfonso X), finalmente aplastó la rebelión. En 1476, tras años de lucha, los líderes comuneros fueron capturados y ejecutados, marcando el fin del movimiento.
Si bien la rebelión fue derrotada militarmente, sus consecuencias políticas y sociales fueron significativas.
- Debilitamiento del poder real: El Motín de los Comuneros expuso las debilidades del sistema feudal y cuestionó la autoridad absoluta del rey.
- Conciencia social: La rebelión fomentó la conciencia de clase y el surgimiento de una identidad nacional castellana.
- Semillas del cambio: Las demandas de los comuneros, como la reducción de impuestos y la limitación del poder feudal, sentaron las bases para las reformas políticas y sociales que se producirían en siglos posteriores.
El Motín de los Comuneros, un evento crucial en la historia de España, nos recuerda la importancia de luchar por la justicia social y la participación ciudadana. Aunque su lucha terminara en derrota, la semilla de cambio que sembraron continuó germinando durante siglos.